La sensación de que me desplazo por grandes distancias. Doblo y sigo derecho y de pronto vuelvo a doblar. Y el reloj se mueve y siento que estoy yendo muy lejos, pero en realidad corro en la misma habitación. Es que no nos damos cuenta de lo que grande que es el mundo, toda nuestra vida se reduce a una hora de desplazamiento.
Y sentir que si esto no tuviera limites, podría formar parte de todo lo demás.
Y me desplazo torrida y chatamente, sobre suelos sin relieve, sobre ojos que no miran el cielo. Y cualquiera de los que miro, no va demasiado lejos. Ya nada tiene mejor color que nada. Todo es un espejo de todo.
Sido desplazándome y los párpados resisten al oleaje furioso de una imagen en aburrimiento.
Esta ciudad se volverá a despertar mañana y yo volveré a observarla como a una estatua que nunca se movió de ahí. Todos los cruces, las narices, los pliegues, las baldozas. Todas las cosas. Siempre las mismas.
Sin embargo hay momentos.
Hay esquinas acariciadas por el sol. Hay personas inesperadas que brotan de golpe, desde mi próximo parpadeo, y caminan o corren, o hablan o beben.
Hay letras en palabras escritas que de no saber interpretar, serían formas como manchas, manchas de lo que es mejor plasmar.
Hay sonidos de estruendo. Y cuando hay silencio, no es silencio: es el más joven de los vientos acercándose a nosotros.
Hay faldas que se suspenden y danzan con las piernas. Hay niños en cochecitos.
Hay temblores repentinos, y cuando estamos quietos no es que la Tierra se detuvo: es la calma que asoma del pensamiento.
Hay árboles. Y no importa cuantos ni cuales. Hay árboles.
Hay zambas, lana. Hay vino y risas sin dientes.
Y yo me desplazo. Y veo como se yergue la oscuridad sobre los edificios. Los techos mas bajos han sido mecidos hasta el sueño y parecieran soñar tranquilos, cobijados por los más altos.
Y todas esas personas siguen moviéndose como si no importara oscurecerse un poco. Los niños en cambio, simplemente, se atardecen.
Y todos, todos los que no son yo, que están distantes a mi, que están viviendo otra cosa, que caminan pensando, que cruzan esperando, que siguen intentando pertenecer. Por que un paso más siempre trae más aire. Y todos ellos parecieran estar caminando para olvidar todo lo malo, para despreciar lo vergonzoso, para hacerse con lo feliz, la piel. Por eso siguen. Cada uno y su corazón, con cada paso más saben que están mas cerca de sí mismos.
Sigo moviéndome anestesiada. Ya todo perdió el tinte de celebración, ya nada pareciera importarme ni tocarme, ni llegar a mis ojos con el mismo calor.
Hay niños nadando en un océano de basura y su madres en lugar de la boca, les tapan los ojos para que beban sin ver; Para acercarlos, cueste lo que cueste, un poco más al cielo.
Los padres de esos niños están quietos de angustia, están ciegos de furia.
Los hijos de esos niños, no sé donde están.
13 comentarios:
Me gusta como escribes.
que lindo, Beta!
extraño tus palabras, y desplazarme contigo por la ciudad, cualquiera que sea.
Es un flash, pero me encantó no tengo otra palabra
no se por que la lectura me hizo recordad a murakamy
quiza lo mejor que haya leido tuyo, conmovedor y directo
hay minutos que duran horas,
y en esos momentos, parece que no hay limites;
podes mirar el segundero y fruncir el ceño que no se va a mover...
sabes dar esos momentos??
segui escribiendo con alquimia que la vida se hace eterna...
Primera vez que piso Carmesi, y me quede, solo me quede.
genial.
Sigo moviéndome anestesiada.
hola...buena nota!!!
nos vemos en un futuro.
abrazos
clarasojo.blogspot.com
Hacete seguidor hay premios!
Me gusto muchisimo, es primera vez que entro a tu blog y lo seguiré haciendo...
Excelente pluma, muy certera, mis más sinceras felicitaciones...
Te invito a darte una vuelta por mi blog, para que intercambiemos opiniones...
Saludos,
Carmen Gloria.
Carmesí, volvé a por estos lares y seguí arrancándome de mecanismos,
Hola, te invito a pasar por mi blog.
Un saludo!
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